Finca Museo "El Abra"
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El joven José Martí pasó 65 días en esta estancia, recuperándose después de haber estado en presidio. La finca pertenecía a José María Sardá.
El 26 de octubre de 1868 el catalán José María Sardá adquiere en Isla de Pinos una finca de doce caballerías de tierra por valor de 24 mil escudos de plata, poseía magníficas condiciones naturales y buena posición geográfica. Sardá había creado un sistema de alcantarillas y acueductos que mediante la fuerza de gravedad hacía bajar el agua del manantial. Las tierras contaban además con sembraríos de maíz, algodón, algo de tabaco y café, arroz por el lomerío aunque el mejor negocio eran las ricas canteras de mármol rosado, un horno de cal y una fábrica de almidón, de ladrillos y tejas. Contaba la finca con 50 esclavos y una veintena de presos políticos y deportados. Sardá había comprado esta finca por cuidar la salud de su hijo que era asmático y este clima le sentaría. Ubicada en Sierra Las Casas, a un kilómetro y medio de Nueva Gerona, capital de la entonces Colonia Reina Amalia, y le da por nombre "El Abra", no se sabe bien si aludiendo a la posición geográfica afín o a la palabra que en su idioma natal significa árbol es decir, Arbra.En el hermoso lugar con tan significativo nombre construye Sardá su casa familiar formada por tres cuerpos arquitectónicos independientes que recuerdan los rasgos de las grandes haciendas catalanas llamadas Macías.La familia Sardá Valdés se traslada definitivamente a ella en 1869. Este hombre de negocios constructivos, Maestro de Obras graduado en la Escuela Profesional de La Habana en 1865 ejecuta contratos con el gobierno español en varias obras de la capital, entre ellas la Plaza del Polvorín, La Plaza Vieja, La cerca de la Quinta de los Molinos, entre otras.
Con solo 17 años José Julián Martí Pérez, se encuentra entre el grupo de los que desde el amanenecer al ocaso laboran sin descanso cumpliendo sus respectivas condenas. En estas circunstancias lo conoce José María Sardá. El deplorable estado de salud del joven lleva al encuentro del catalán, al padre de Martí, quien le pide ayuda a nombre de la amistad que existe entre ellos, desde los días en que Mariano Martí fungía como inspector de buques en el puerto de Batabanó. Apelación dramática que encontró eco en el corazón del propietario que lo lleva a interceder por él ante las autoridades.Las gestiones de Sardá ante el Capitán General en persona dan lugar a la conmutación de la pena de seis años de presidio por la de confinado político a Isla de Pinos y posteriormente el destierro a España. Bajo su responsabilidad toma el benefactor al joven y lo lleva a su casa de la finca; donde permanece 65 días hasta que se ultiman los trámites para la deportación a la península, período que se inicia el 13 de octubre y culmina el 18 de diciembre de 1870.
Cuidados amorosos como los que se prodigan a un hijo, le brindó Trinidad Valdés Amador, esposa de Sardá, atención que le ayuda a recuperar parte de su salud y enciende en su corazón el más puro agradecimiento para ella, lo cual testimonian varios presentes y palabras: una carta, un crucifijo enviado desde España y la dedicatoria de una fotografía. "Trina, solo siento haberla conocido a usted por la tristeza de tener que separarme tan pronto". Y en El Abra, dejó para siempre sus huellas; en los cinco niños que le vieron, Rosa, Juan, Catalina, José Regino, Domingo, en la bondadosa Doña cubana que, en los tres que le nacieron después, Carmela, José Elías y Conchita, sembró la breve y conmovedora historia de aquel joven en su casa a quien dio vida para la de Cuba, un sitio con nombre geográfico o catalán donde hoy se mantienen vivos los recuerdos y vivos los descendientes de aquellos protagonistas que preservaron para las presentes y futuras generaciones el bello paraje donde vivió José Martí.
El Museo abrío sus puertas el 28 de enero de 1944 , la colección estaba formada por el mobiliario de la casa, donado por los descendientes de la familia Sardá, constituida por la cama, el armario para la ropa, una lamparita de aceite, un pilón de madera y una cerradura con su llave, a los que se unieron los dos cuadros al óleo de Martí y Sardá, pintados por Enrique Caravia y Domingo Ravenet.
Esta construcción arquitectónica es única de su tipo en el país, llamada “Las Masías”. Es un inmueble de una cultura constructiva catalana que está formada por tres elementos: una cocina-comedor en el centro y en ambos lados dos bloques de habitaciones, posee dos tipos de cubierta, una de viguetas de madera con tejas criollas y una segunda con cubierta de guano, además una cochera y un granero para almacenar los granos en tiempo de escasez. Todavía quedan vestigios de lo que fueran los barracones de los
esclavos negros de Sardá, un pequeño horno de cal y el pedestal en el patio que funciona como reloj de sol.
Posterior a la inauguración, en 1945, la colección se amplía con una sustancial donación efectuada también por la familia que se deciden a entregar los objetos más valiosos.
Donaron mediante una acta notarial la sábana de la cama, los libros de Historia Sagrada sobre el antiguo y Nuevo Testamentos de la Biblia, que fueron lecturas recurrentes del Apóstol en sus días de reposo en El Abra y que conservan en sus márgenes la firma de José María Sardá, así como el crucifijo de madera y bronce que José Martí le envió de España a Doña Trinidad, en expresión de su agradecimiento por los cuidados que le brindó a sus ojos enfermos y a su pierna llagada y sangrante, otros elementos de apoyo grabados, dibujos al creyón representando momentos importantes en la vida de José Martí, así como didácticos mediante tarjas en mármol completaban la exposición. Esta exposición introducía un guía del museo que era parte integrante a su vez de las reliquias históricas.
Este museo atesora un libro de firmas donde refleja el paso de los cubanos que llevan en su corazón las ideas del maestro, ejemplo: Fidel Castro Ruz, Camilo Cienfuegos, Ernesto Guevara de la Serna, Antonio Núñez Jiménez,
Alicia Alonso y una sobrina del apóstol.