La memoria histórica de Isla de la Juventud se tiñe de un profundo simbolismo, al evocar el eco de dos grandes figuras que marcan el destino de Cuba: José Martí (1853-1895) y Fidel Castro (1926-2016).
Este día de 1870, el joven Martí llegó a estas tierras como deportado político, con su salud quebrantada y el alma desgarrada por las injusticias del presidio político en Cuba. Fue conducido por José María Sardá hasta su propiedad en El Abra, finca donde su esposa Dona Trinidad lo curó y le prodigó cariño de madre.
En ese momento en que tenía el perímetro de la ciudad por cárcel, el adolescente compartía su destino en esta isla con 286 desterrados. Desde aquellos días, comenzaba a ser estigmatizada la segunda ínsula cubana como un lugar de confinamiento.
Avanzados 83 años en el calendario y el mismo día, el Presidio Modelo recibió a los primeros jóvenes de la Generación del Centenario del Apóstol. Estos valientes habían participado en el Asalto a los Cuarteles Guillermo Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, un acto de rebeldía contra el régimen de Fulgencio Batista.
Tres días después, mientras Fidel Castro pronunciaba su alegato "La Historia Me Absolverá", las autoridades firmaron su traslado hacia Isla de Pinos, el mismo sitio donde Martí había sido recluido. La historia parecía entrelazarse, mostrando cómo las luchas por la libertad y la dignidad se perpetuaban en el tiempo. El 17 de octubre de ese año llegaron al recinto de horror Fidel Castro y Fidel Labrador.
Los vestigios de estos acontecimientos resuenan en el Museo Finca El Abra y el Presidio Modelo, lugares que atesoran la huella dejada por Martí y Fidel Castro. Ambos espacios se erigen como símbolos de la confluencia del pensamiento político cubano del siglo XIX y su continuidad en las ideas revolucionarias del siglo XX.
Pero esta no es la única coincidencia. El 26 de julio de 1896, Isla de Pinos fue escenario de otro momento significativo, el alzamiento independentista de Nueva Gerona contra el colonialismo español, 57 años después —aprovechando igualmente las fiestas por el Día de la Santa Ana— la Generación que no dejó morir a Martí en el año de su Centenario, liderada por Fidel protagonizó la epopeya del Moncada.
Corría el 13 de marzo de 1925, cuando el pueblo pinero celebró la ratificación del Tratado Hay-Quesada, que devolvía a Cuba la soberanía sobre este territorio tras 21 años de litigio con Estados Unidos, motivo de fiestas populares.
Esas festividades eclipsaron cuando 32 años después cayó abatido José Antonio Echeverría, líder del Directorio Estudiantil Universitario tras el asalto a la emisora Radio Reloj y ataque al palacio presidencial, adonde los jóvenes fueron a ajusticiar al tirano Fulgencio Batista en su propia madriguera.
El 13 de octubre no solo es una fecha más en el calendario, es un recordatorio del compromiso inquebrantable con la libertad y la justicia. La historia quiso que tanto Martí como Fidel compartieran este destino en Isla de Pinos, su legado es inspiración para quienes construyen un futuro mejor para Cuba.